Más pequeño y rubicundo de pelaje que su primo el lobo gris, el lobo rojo es uno de los cánidos más amenazados del planeta. Aunque los lobos rojos lograron una vez extenderse por todo el sureste de los Estados Unidos, años recientes de caza y pérdida de hábitat natural han conducido a la especie al borde de la extinción desde el año 1970.
Como parte de un ambicioso programa de cría en cautividad, el Servicio de Pesca y Vida Silvestre de los Estados Unidos capturó a los 14 lobos rojos restantes que aún permanecían en estado silvestre. Estos lobos se consideran antepasados de los 100-120 ejemplares iniciales, y actualmente viven en el Norte de California como parte de un exitoso plan de reintroducción tras haber sido declarada la especie como extinta en estado salvaje.
Dentro de su ecosistema, los lobos juegan un papel importante en el equilibrio de otros animales que forman parte de su dieta, como los ciervos. A su vez, algunas poblaciones de presas más pequeñas tienen menos probabilidades de aumentar su número y consumir todos los nutrientes disponibles en su hábitat. Además, aunque ningún estudio se ha llevado a cabo para verificarlo, la preferencia de los lobos por estas especies problemáticas, como la nutria y el mapache, ayuda a reducir los daños en los cultivos y otras actividades humanas.
Los lobos rojos son cánidos que habitualmente presentan colas negras y peludas. Comúnmente, su pelaje es de tipo carmesí o beige, con betas negras a lo largo de su espalda. En algunas ocasiones, pueden presentar un tinte rojizo cerca del hocico, detrás de las orejas y en la parte posterior de sus extremidades. A primera vista, el lobo rojo brinda similitudes con el perro pastor alemán.
Tamaño: El lobo rojo es de un tamaño intermedio entre el lobo gris y el coyote. En estado adulto, esta especie alcanza cerca de 4 pies de largo y 26 pulgadas desde el suelo hasta la cruz. En cuanto a su peso, los lobos rojos median entre los 20 y los 36 kg (45/80 libras), siendo los machos los que más pesan 27 kilos (60 libras), con respecto a las hembras y sus 22 kg (50 libras).
Dieta: Los lobos rojos son de tipo carnívoros, aunque su dieta puede variar dependiendo de la disponibilidad de las presas. La mayoría de estos animales cazan mamíferos pequeños como mapaches, conejos y roedores, así como ciervos de cola blanca. Dentro de su territorio, los lobos rojos pueden llegar a viajar hasta 20 millas en busca de alimentos.
Longevidad: En la naturaleza, los lobos rojos suelen vivir entre 5 y 6 años, mientras que en cautiverio, su tiempo de vida se extiende hasta los catorce años.
Tanto en pantanos y bosques como praderas costeras, los lobos rojos pueden prosperar en una amplia gama de hábitats. Históricamente, el lobo rojo osciló entre el sureste de Texas hasta el centro de Pensilvania. Hoy en día, el único hogar para estos animales en la naturaleza lo constituye la Península de Albemarle, al este de Carolina del Norte.
Los lobos rojos pueden comunicarse a través de su lenguaje corporal, su marcada aroma y una serie de vocalizaciones peculiares. Estas últimas incluyen su aullido característico, además de una serie de chillidos, gruñidos y ladridos. El aullido del lobo rojo es muy similar al del coyote, aunque un poco más agudo y duradero.
Los lobos rojos se aparean de por vida, y la manada se forma alrededor de la pareja reproductora. Por lo general, los lobos rojos forman un grupo de cinco a ocho ejemplares, compuestos por el macho reproductor, la hembra y sus crías de diferentes años.
La manada es una unidad familiar bien constituida. Los integrantes más viejos también participan junto a los padres en la crianza de las crías, aunque también participan en las labores de la guarida. Dentro de 1 a 3 años, los lobos más jóvenes acostumbran a salir de la manada en busca de sus propios compañeros y territorios.
Cada manada tiene sus propios límites dentro del territorio donde suelen cazar y defenderse de otros cánidos. Los lobos rojos son criaturas ferozmente territoriales, llegando a enfrentarse a otros ejemplares de la misma especie si fuera necesario.
Estos animales se reproducen una vez al año, de enero a marzo. Durante este período podrán dar a luz a una camada compuesta por una a nueve crías que nacen con los ojos abiertos. Varias semanas después, los demás miembros de la manada mantendrán una estrecha vigilancia sobre los cachorros, manteniéndolos dentro de la guarida hasta que maduren.
En lo que respecta a las guaridas, están se encuentran bien emplazadas cerca de las riberas, troncos caídos y montículos de arena, incluso pueden ocupar alcantarillas y tuberías de desagües. Los miembros de la manada suelen turnarse para conseguir comida y alimentar a los cachorros hasta que estos sean lo suficientemente fuertes.
Aunque el lobo rojo ha recorrido un largo camino, existen muchas amenazas a largo plazo para esta especie. A pesar de ser especies distintas, sus interacciones con los coyotes plantean un grave riesgo de hibridación. Los coyotes han invadido parte del hábitat que tradicionalmente ocupaban los lobos rojos, lo que supone una competencia directa por los recursos con los ejemplares que han sido reintroducidos.
Aunque los coyotes pequeños no representan un desafío directo al territorio de los lobos rojos, cualquier conflicto potencial entre los lobos rojos y los coyotes pone en peligro la viabilidad a largo plazo de los lobos rojos como especie única. Afortunadamente, el personal encargado de la gestión de estos animales ha optado por la esterilización de los coyotes, lo que evita cualquier hibridación posible, y brinda la oportunidad a la especie de incrementar su población.
Las interacciones con los humanos también representan un riesgo para el lobo rojo. Todo su hábitat, enmarcado en la península de Albemarle, se encuentra a solo tres pies sobre el nivel del mar, lo que trae consigo un cambio climático importante que puede amenazar la existencia de la especie. Aunque tímidos por naturaleza y muy poco dados a confrontar a los humanos, los cambios y la fragmentación de su hábitat, aumenta considerablemente la posibilidad de un conflicto entre ambas especies. Algunas de estas interacciones toman lugar en los accidentes automovilísticos, aunque existen otras amenazas mucho más peligrosas.
En el último año se ha producido una importante ola de matanzas del lobo rojo. Solamente entre Octubre y Noviembre del pasado año, fueron encontrados seis cadáveres de lobo rojos, y todo parece indicar que los ataques no muestran señales de disminuir durante este año. La alteración de los collares de localización y algunos incidentes registrados fuera de la temporada de caza pone de evidencia el actuar inescrupuloso de muchas personas. En una población que apenas alcance el centenar de ejemplares, el impacto de estos ataques es inmenso.
El lobo rojo, por lo tanto, sigue siendo una especie en peligro crítico, y la pérdida de incluso un solo ejemplar, puede llegar a considerarse un crimen federal. Para combatir estos asesinatos ilegales, la Federación Nacional de Vida Salvaje ofrece recompensas que ascienden a los 33 000 dólares, en aras de motivar a las personas a brindar información relacionada con los ataques y ayudar a que los implicados en estos sucesos sean procesados acorde a la ley.